Publicado en la Sección Baby Boomer, El Vocero 7 de octubre de 2014
Una nueva cepa de abuelos se ha dado a la tarea de cortar viejas ataduras y despertar nuevos sueños.
A Manolo no se le ha visto el pelo desde hace un par semanas. Los del colmado se preguntan si le dio el Chincungunya, el del malo o, le volvió a molestar el corazón. Su silla, la esquina frente a la última tragamoneda, está vacía. Allí a diario ahogaba su soledad cerveza en mano. Pasaba las horas hipnotizado frente al parpadeo de frutas coloridas que muy pocas veces se alineaban a su favor. Aquella golosa máquina, meca de su atención, poco a poco le tragaba los pocos billetes que cargaba en sus bolsillos. Su mente salía aturdida y su lista de compras, con solo pan y huevos. “Las medicinas tendrán que esperar”.
“A Manolo lo vi ayer en el supermercado “, entra uno diciendo. “Se ve gordo y colorao. Me dijo que se divorcio y empezó a reirse como un loco”, De Doña Nuncia?, le pregunté asombrado “No, so zángano, de la maldita máquina del colmado, que le tenía pelao. “Ahora estoy aprovechando mi tiempo en cosas productivas. Empecé a escribir la historia de mi vida. Es para mis nietos y sus hijos”, dicen fue la afirmación de don Manolo.
Gladys ha cambiado tanto, comentan sus amigas. Desde hace años se reúne cada semana para tomar café con galletas y desmenuzar la trama de la telenovela del momento. Ya no quiere hablar de las vicisitudes de la adorable Beatriz Villareal y del plan maquiavélico de los Andrades para destruirla. Esta semana llegaron todas a tiempo y el aroma a café llenó el comedor de la casa de su amiga. Gladys destapa un rico postre de origen milenario que hace tiempo quería aprender a hacer. En segundos cruje el hojalaldre entre el pistacho y la miel. Desciende sobre la mesa un dulce silencio acompañado por muecas de agrado. Una de ellas traga presurosa y dice con firmeza: “A Beatriz la quieren envenenar”, pero las miradas se han volteado hacia la brillante foto de una mujer con cabellos de plata que Gladys muestra con emoción de niña en su teléfono. “Esta es Marta”, dice sonriente. “Mi amiga de la escuela. Mañana nos vamos a encontrar después de más de 50 años.”
Manolo y Gladys son parte de un grupo de abuelos que ha comenzado a rebuscar en su baúl de emociones, empeñados en despertar viejos talentos y dibujar nuevas ilusiones. Miran con recelo el sillón del balcón, que se mece levemente cuando sopla el viento. Su rechinar solo evoca recuerdos de una abuela con mirada perdida, que solo contemplaba una pasado que fue major.
Cada mañana, abren sus ojos a una cargada agenda que ellos mismos se han trazado. A la primera sensación de dolor, abofetean sus achaques con determinación. Mantienen una profunda convicción de que tienen muchas cosas para hacer, pero tanto y tanto más que aprender y crecer.
Freddy Agrait es presidente de TecnoAbuelos, una organización que provee cursos de tecnología especialmente creados para adultos mayores (787-756-5858)